miércoles, 12 de mayo de 2010

Escándalo

Hace unos noches, conversando cibernauticamente con la hijita de un amigo, me sorprendí hasta la risa, de pensar como cuando se nos van creciendo los hijos, como que nos vamos olvidando que también tuvimos su edad, que también hicimos lo que no debiamos en ese momento, y que más de una vez tuvimos que mentirle a nuestros padres para evitar un castigo.
Ella me decía que su mamá, se escandalizaba con la idea de que ella tuviera novio, así que casi seguramente esos padres van directamente al distanciamiento que cada vez será mayor si no caen en cuenta que entre más critiquemos a los hijos, ellos simplemente hacen un filtro con lo que deben o no deben contar y se van separando de nuestra vida.

Y no es que debamos aplaudirles si mienten o si son irresponsables, no de eso no se trata, yo creo que más bien es que debemos aprender la difícil tarea, de no ser su crítica permanente, que no podemos darnos el lujo de volver todo tabú, y pensar que si antes se hacían muchas cosas ahora pretendamos que no sucedan.
A los hijos, hay que mostrarles el peligro potencial que ahora existe, porque si bien la maldad nació con la humanidad, pues ahora los chicos están más expuestos, a través de la vida en la ciudad, a través del internet, y de la gente inescrupulosa que pareciera que se multiplicara a pasos agigantados.

Yo no tengo la fórmula exacta para llegarle a un hijo adolescente, es más ahora mismo tengo un hijo preadolescente que se cree adulto, y que cada vez que puede me protesta por enseñarle un poco del mundo de afuera, el quiere ser libre, piensa que si le digo esas cosas es porque yo no confío en él, y entonces ahí es cuando me toca hacer de tripas corazón para no perder la cabeza, y por enésima vez explicarle que no es porque no confíe en él sino porque el mal existe y existe en cualquier lugar.
No quiero llenarlo de miedo, no, eso sería peor, pero si quiero encontrar la dosis justa, que le permita a él entender que debe cuidarse, que su cuerpo y su mente son su mayor tesoro, y que cualquier cosa que le suceda negativa o positiva puede contármela sin que yo me haga cruces delante o detrás de él, porque con seguridad que él lo notará. Si me escandalizo con total certeza que no volverá a contarmelo.